Con un autobús escolar, las niñas y mujeres que acuden al Centro Rural Ilomba, en Costa de Marfil, dejarían de enfrentarse cada día al desafío que les supone andar unos 25 kilómetros para llegar a esta escuela que ha sido premiada por la promoción e igualdad de la Mujer Africana.

Como cada año Harambee España ha concedido este galardón, que en esta ocasión ha correspondido a Vanessa Koutouan, la directora de este centro, situado en una zona muy pobre, cerca de un pueblo llamado M’Batto-Bouaké, a 26 kilómetros de la capital, un área mal comunicada y de difícil acceso. Las niñas que van a laescuela, tal y como ha relatado hoy Koutouan, no pueden a veces asistir porque es imposible andar por caminos llenos de barro o, por el contrario, porque con la sequía no encuentran un poco con agua para llevar a la familia. Otras veces porque están demasiado cansadas o hambrientas para recorrer esa distancia, de ahí la importancia de ese autobús escolar, que «cuesta mucho dinero», como se lamentaba Koutouan tras recibir el premio en nombre del centro, que alentó en 1988 el beato Álvaro del Portillo y que se inicio con un pequeño dispensario.

Luego llegaron las clases de alfabetización a las mujeres de la zona y hoy ya cuenta con una escuela de formación profesional con enseñanza reglada de dos años para las jóvenes. Pero además tiene desde hace poco una escuela de secundaria y el dispensario médico ha mejorado de tal forma que se ha reducido la mortalidad de la zona en un 30 %, según ha señalado Juan Luis Rodríguez Fraile, presidente de la asociación Harembee. Vanesa es una joven muy formada, habla varios idiomas y tras sus estudios en Italia decidió volver a Costa de Marfil por las necesidades que padecían las mujeres de la zona, como analfabetismo, pobreza extrema -no sólo para pagar la escuela, sino para alimentarse-, la lejanía de la ciudad que les impedía acceder a un centro escolar o la falta de mínimos conocimientos higiénicos y nutrición.

OTROS PROBLEMAS MUY GRAVES

Problemas a los que se sumaban otros «terribles», según Rodríguez, como la ablación del clítoris, el matrimonio forzado, la maternidad precoz o infecciones como el sida. Una situación que hizo a Vanesa replantearse su profesión porque «la mujer de las zonas rurales de nuestro país vive como una esclava, aunque es una persona feliz porque ni siqiuera se plantea que su vida puede ser mejor». De niña tiene que conseguir agua para la familia, atender a sus hermanos pequeños y ayudar en los trabajos del campo. Mientras, la tierra y el dinero que consigue de su cultivo siempre es propiedad del marido y si la familia dispone de medios para pagar una escuela -no existe la educación gratuita ni obligatoria- se destinan a los hombres. «Solo la educación puede liberar a estas mujeres. Si aprenden a leer, escribir, hablar bien en francés y sobre todo un oficio, pueden ayudar a la economía familiar y no ser obligadas a casarse y pueden disponer de sus vidas», dice Vanesa, volcada en las mujeres africanas desde el final de la guerra en el país en 2010.

SOLIDARIDAD

Harambee contribuye con 100.000 euros a los proyectos que lleva a cabo el centro, cuyas máximas necesidades son, además de un autobús escolar, construir un aula para la biblioteca y una nave para varios usos como un comedor, un sueldo para un profesor y otro para un médico, material y medicinas para el dispensario y un vehículo para desplazar a los enfermos. Y sobre todo muchas becas para la formación y el desplazamiento de las chicas durante un año. Cada una cuesta 50 euros, poco dinero para el mundo occidental que posiblemente sería más feliz si África le exportara algunos de sus valores. «Son personas -dice Vanessa- que son felices con lo que tienen. No quieren cambiarse al nuevo teléfono y esas cosas… porque eso da alegría de un momento, pero con eso no se hace la vida. Con lo que uno tiene se puede ser feliz, y con solidaridad».