El tema de la solidaridad hacia los países africanos representa, en mi opinión, una posible respuesta al desafío que tenemos delante; un desafío cuyo éxito se verá en los próximos años, dependiendo de las decisiones concretas que los “grandes” de la Tierra sean capaces de tomar.

África se ha quedado sola durante demasiado tiempo. Sin embargo África es verdaderamente “de interés común para nosotros”. El hambre y la emergencia sanitaria, los conflictos que producen muertes y multiplican la pobreza, no son cosas circunscritas, que quedan lejos, separadas de nosotros. Toda esta situación va más allá de la fronteras, incluso físicamente, empujando a buscar otro lugar en el cual sea posible vivir una vida más digna.

A menudo esto repercute en  la inseguridad y el miedo de nuestra sociedad, de nuestros países, que se equivocan cuando piensan que pueden responder a todos estos problemas cerrándose en sí mismos.

La pobreza de África, y su dolor, significa, usando las palabras del Primer Ministro Tony Blair, “una cicatriz en la conciencia del mundo”. No se pueden cerrar los ojos ante una realidad concreta como es la muerte de tres mil niños con menos de cinco años cada día, a consecuencia de la malaria y de las seis personas que fallecen cada día a consecuencia del Sida.

Es necesario dar a conocer la realidad africana sin esconder sus tragedias, mostrando sus grandes riquezas y su patrimonio de humanidad. Debemos mostrar su cultura, y al mismo tiempo, su gran sociabilidad; su ambiente natural y su espíritu original, su capacidad para ser hombres y mujeres auténticos.

El premio “Comunicar Africa” nos estimula a profundizar y valorar a todos aquellos que consiguen ir más allá y mostrar un África que no es sólo el escenario de unas guerras y de una carestía  a las que nos tienen habituados los medios de comunicación.

Y junto a esto, son necesarios los programas de ayuda que ayuden a los africanos a valerse por si mismos y, donde sea necesario, a intervenir con una ayuda humanitaria que evite la muerte de tantos seres humanos.

Walter Veltroni