Harambee España ha concedido el Premio a la Promoción e Igualdad de la Mujer Africana a Frankie Gikandi, promotora y directora de Kimlea. Kimlea, un centro que comenzó en 1992, dando formación a la mujer rural en Kenia para que pudiese mejorar sus condiciones de vida, hoy se ha convertido en un núcleo de atención solidaria a las familias más desfavorecidas.

Ahora cuentan con dispensario médico, guarderías, centro de formación de jóvenes y de enseñanza para adultos. Todo muy rudimentario y en constante expansión. Kimlea no deja de crecer y de transmitir conocimientos y formación para que las mujeres de la zona mejoren su situación y los niños puedan estar escolarizados mientras sus madres recogen té o café.

Frankie conoce muy bien el terreno que pisa porque ella misma creció con su familia en una pequeña plantación de la región de Nyeri, y pasó muchas horas recogiendo café, además de estudiar y ayudar a su madre, mientras los chicos atendían el ganado. Pero se considera una mujer con suerte, dice, porque “mi padre tenía claro que la educación de las niñas no era una pérdida de tiempo y de recursos, frente a la salida habitual de ser casada cuanto antes. Se empeñó en que fuéramos a las escuelas de la zona. Después estudié Secretariado, Comercio y Contabilidad”.

Sus prioridades: educación y sanidad
Frankie Gikandi está convencida de que las dos necesidades más acuciantes en su país son la educación y sanidad. La mejoría en estas cuestiones es tan lenta que se siente frustrada al no contar con más ayudas contra la pobreza y el analfabetismo. “Mi sueño es que crezca más y más el número de jóvenes que puedan formarse, tanto en las ciudades como en el medio rural y que no mueran los niños por falta de atención médica o por no tener dinero para comprar medicinas”.

La educación es lo único que ayuda a romper el círculo vicioso de la pobreza de la mujer rural en Kenia. Desde Kimlea intentan que las mujeres puedan ser independientes y vivir con dignidad. Ya han pasado más de 2.000 por sus aulas y en su pequeña clínica han atendido a más de 20.000 pacientes. La mayoría proceden de la zona y son muy pobres. “La educación, comenta Frankie, no sólo es la base de la emancipación, sino también de la dignidad y del futuro”.

Frankie Gikandi, con otras muchas kenianas que la ayudan como voluntarias, desarrolla una gran labor humanitaria entre las mujeres que recogen té y café en los campos de Kenia, las más pobres del país, para liberarlas de ese círculo vicioso de pobreza y marginalidad que las convierte en auténticas esclavas.