Hace unos días podía leerse en Internet la siguiente historia. Todo un conmovedor ejemplo de lo mucho que las gentes de África nos enseñan. En este caso, se trata de unos niños, de unos pequeños muy ejemplares. Ocurrió en Sahlumbe, un poblado perdido en la región de Zululand en Sudáfrica:
“Enfrente de este puñado de setenta casas hay una escuela pública… el problema es que entre ese poblado y la escuela hay un señor río. Hace algún tiempo había una barca comunitaria que los locales utilizaban para pasar de un lado al otro de la orilla. Desgraciadamente, algún sinvergüenza la robó y desde entonces, unos 150 niños hacen el trayecto (que dura 10 minutos) nadando, sentados en neumáticos o incluso navegando en cubos. Para complicar la travesía, los niños llevan en la cabeza sus uniformes doblados y protegidos del agua para que no se mojen y lleguen inmaculados a la escuela. La travesía no es lo que diríamos un trayecto idílico. El río, aparte de pescado, tiene cocodrilos y he aquí que los estudiantes crucen el río con un más que fundado miedo, un miedo compartido por sus familias que debido a la falta de medios y a la dificultad de construir un puente de tal envergadura no pueden hacer nada por cambiar la situación”.
Hay que tener muchas ganas y motivaciones para desafiar un ancho caudal de agua evitando ser el desayuno de alguno de estos reptiles. Quizás esta historia ayude a nuestros desganados y desmotivados estudiantes del mundo occidental a afrontar con nuevos ojos la diaria vuelta al cole.