A sus 27 años dirige el Centro Social Ilomba, donde reciben atención niños, mujeres y ancianos en una de las zonas más pobres de su país.
Vanessa Koutauan ha sido galardonada con el premio Harambee a la Promoción e Igualdad a la Mujer Africana. Para esta joven costamarfilense, el galardón, que le fue entregado por la presidenta de honor de la ONG Teresa de Borbón dos Sicilias, es un aldabonazo para continuar con su trabajo. «Nos hace darnos cuenta del valor de lo que hacemos en el Centro Social Ilomba, que vale la pena seguir adelante», asegura Koutauan.
Nacida en Abidjan, capital de Costa de Marfil hace 27 años, dirige Ilomba (www.ilombacotedivoire.blogspot.com.es), un centro rural impulsado en 1989 por el beato español Álvaro del Portillo. Allí cerca de cien alumnas se forman en sus aulas. La oferta educativa incluye desde la escuela de formación profesional, hasta la alfabetización de mujeres adultas. Además, Ilomba ofrece una formación sanitaria en el medio rural con especial atención a las mujeres, en un entorno en el que la tasa de mortalidad hasta los cinco años roza el 20% y el 57% de sus habitantes tiene menos de 25 años, con un bajo porcentaje de escolarización
Vanessa Koutauan tiene claro a lo que va a dedicar el Harambee: a la ampliación de la escuela y del dispensario, dotándole con capacidad para realizar análisis clínicos, y a mejorar las comunicaciones con un autobús. Ilomba está situado en una zona muy pobre, cerca de un pueblo llamado M’Batto-Bouaké, a 26 kilómetros de la capital, un área mal comunicada y de difícil acceso.
«La guerra que azotó el país durante 6 años nos ha impedido avanzar como pensábamos pero ahora no dejaremos de trabajar para conseguir construir un colegio para niñas y un hospital, los dos son muy necesarios y lo que tenemos ahora es todo provisional», explica esta joven de clase media, que estudió infografía en el Institut Sciences et Techniques de Communication de la Universidad de Abidjan y amplió su formación académica en Italia.
Koutouan dedica todo su trabajo a que las jóvenes tengan una formación que les ayude a ser «autónomas e independientes en el futuro, de tal manera que no tengan que ser obligadas a casarse jóvenes para sobrevivir, y tengan recursos educativos suficientes para librarse de un futuro condicionado casi exclusivamente a ser esclavas». Estas chicas viven en situaciones de pobreza extrema, con una alta tasa de maternidad precoz, infecciones de sida, falta de los mínimos conocimientos higiénicos y de nutrición, entre otras carencias.
Vanessa Koutauan está convencida de que no sólo su esfuerzo sino y sobre el apoyo de su familia la llevó hasta allí. «Me ha ayudado mucho ser la pequeña de siete hermanos. Los mayores nos enseñaban a estudiar, a aprovechar el tiempo, nos resolvían las dudas. Mis padres que eran profundamente cristianos se esforzaron mucho en transmitirnos sus valores: rezar, trabajar bien sin miedo al esfuerzo, respetar a los demás, ver sus necesidades y pensar cómo ayudarlos».
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