La mujer en África, en un continente azotado por la pobreza y las guerras en el que las tradiciones y la religión son más importantes que las leyes. Mujeres que luchan a diario en países como Costa de Marfil, donde los enfrentamientos civiles han llevado a una situación extrema a muchas de las zonas rurales. Una sociedad que se ha mantenido anquilosada mucho tiempo y que poco a poco ve crecer las semillas del cambio. Un cambio real, promovido más por la población que por las instituciones.
El Centro Rural de Iloma, en Costa de Marfil, es una iniciativa educativa y asistencial que pretende ante todo promover la dignidad de la mujer africana. Su directora, la activista costamarfileña Vanessa Koutouan, ha recibido el premio Harambee España 2015 por la Promoción e Igualdad de la Mujer Africana. Y es que los problemas a los que pretende dar solución y a los tiene que enfrentarse cualquier chica en una zona rural pobre del paísno son un tema menor: la terrible experiencia de la ablación, las bodas por interés o la falta de comida, educación y sanidad.
GONZOO: ¿Ha llegado el momento en el que por primera vez se oye a la mujer a nivel internacional?
VANESSA KOUTOUAN: Sí, yo creo que sí. Pero en Costa de Marfil se nota mucho la desigualdad, sobre todo en los pueblos y zonas rurales, que es donde vive la mayoría de la población. Yo creo que tanto en mi país, como en el resto, se valora mucho a la mujer porque es la que está con los niños y la que forja la familia. Sin embargo, sigue estando relegada a un segundo lugar.
G: ¿Cómo se podría cambiar esta situación?
V.K.: Con la educación de la mujer. El problema es que en Costa de Marfil se considera una pérdida de tiempo y dinero. Ten en cuenta que en cuanto una chica se casa, se va con la familia del marido y está en casa sin opciones de cuidar a sus propios padres. Por eso las familias prefieren invertir en la educación de los varones. No hay educación gratuita ni obligatoria, aunque lo diga la ley. A las aldeas no llegan las leyes, no se conocen, y lo único que se aplica son las costumbres.
G: Tal y como lo planteas parece más una decisión cultural que económica el que las mujeres no estudien.
V.K.: Y en muchos casos es así, las costumbres están tan arraigadas que sólo a través de la educación se pueden cambiar. Aunque no se puede decir que el dinero no importa, es uno de los grandes problemas. En muchas ocasiones la mujer es obligada a casarse siendo una niña porque sus padres necesitan la dote que aporta el marido para sobrevivir. Y es que desgraciadamente se trata de sobrevivir ¿Cómo vas a explicarles que lo único que tienen no es para comer sino para educar a sus hijas?
G: Pero se lo explicáis, porque las chicas van a vuestra escuela.
V.K.: Van porque previamente hablamos con los padres, les mentalizamos de que el cambio es posible y de que su hija también puede ser como nosotras, trabajar para ella misma y sacar a su familia adelante. Cuando ellos ven que sus niñas aprenden confección o repostería y lo más básico de gestión empresarial en nuestra escuela, y que con tan sólo 15 años ganan su dinero vendiendo cosas, cambian la mentalidad y la apoyan en lo que pueden. Afortunadamente ya está ocurriendo un cambio real. Pero solo la educación puede liberar a las mujeres en África.
G: ¿Cómo se sienten ellas al estudiar y trabajar? ¿Lo siguen haciendo al casarse?
V.K.: Algunas sólo se alimentan de lo que cogen en los árboles y tienen que hacer 30 kilómetros para conseguir agua. Y sin embargo, tienen muchísimas ganas de aprender, vienen cada día aunque sea a pie porque no tienen dinero para el transporte. Mantienen sus trabajos al casarse y compaginan su vida laboral con tener hijos. Y eso se ha conseguido porque las mujeres han sido las que han hablado con los maridos y les han dicho cómo querían vivir.
No es que los hombres tengan maldad en Costa de Marfil, es que nadie les ha dicho que pueden vivir de otra manera. Por eso es tan importante enseñarlas: por ejemplo sin la educación ellas mismas no se plantearían pedirle ayuda a su marido para llevar la leña. Son las mujeres las que están cambiando su propia mentalidad y la de su alrededor.
G: Pero el papel de los hombres… ¿La poligamia esta culturalmente aceptada?
V.K.: Si te soy sincera, el hombre sigue igual que hace años. Si la mujer no hace nada por tener una vida diferente, ellos no van a hacerlo por mucho que se les eduque para ello. Y sí, la poligamia está socialmente aceptada aunque no se trate de zonas musulmanas. En las zonas rurales la tierra siempre es propiedad del marido y el dinero que gana cultivándola también. Si consigue dinero para la dote de otra mujer nadie le impide volver a casarse.
G: ¿Y la ablación? Según datos de UNICEF en Costa de Marfil fue abolida en 1998 y aún hoy un 38% de mujeres la sufren.
V.K.: Es lo que te decía antes, las leyes no llegan a las aldeas, ni si quiera se conocen. En las ciudades de Costa de Marfil las cosas son diferentes y esto no pasa; pero en el campo, donde la gente no sabe ni leer ni escribir, las tradiciones están demasiado arraigadas. En estos pueblos no hay policía, ni electricidad, ni agua… el Estado y las leyes con cosas que les quedan muy lejos.
La gente no se plantea si la mutilación genital femenina está bien o mal, son cosas que se han hecho siempre y que se siguen haciendo por desconocimiento. Pero sí es cierto que cada vez mas chicas que estudian en la escuela y van a nuestro centro sanitario ahora saben y enseñan a los suyos que eso no está bien.
G: Entonces es un problema del Estado.
V.K.: Exacto. A la primera guerra civil en Costa de Marfil de 2002 se sumó la grave crisis exportadora de café y cacao, pilares nuestra economía. Todo ello supuso muchísima pobreza. El Estado no da más de sí, no puede ayudar a todos. Además, ten en cuenta que ha habido mucha corrupción en el país, algo que afortunadamente parece que ya ha cambiado. Una de las cosas en las que deberían invertir más, insisto, es en la educación. Hay más de 60 etnias y cada una habla su dialecto, es imposible comunicarse con ellos si no es a través del francés que les enseñamos en las escuelas. ¡Ni si quiera hay una lengua común!
G: Hablando más del Estado, ¿Cómo se ha vivido la crisis del ébola en Costa de Marfil?
V.K.: Con temor. No hemos tenido casos a pesar de compartir frontera con Guinea y Liberia, dos de los países más afectados. La verdad que tanto en centros de salud como el nuestro, que está en las zonas pobres, como en las ciudades se informó mucho de qué cosas se debían hacer para prevenir la enfermedad. Lo hicieron bastante bien.
G: ¿Qué mensaje mandarías a occidente, a los que lean la entrevista?
V.K.: Que los africanos trabajamos mucho. Que nos damos cuenta de las necesidades que tenemos, de lo que nos hace falta y que no estamos siempre a expensas de que los demás nos manden ayuda. No todo está tan mal y buscamos alternativas para que las cosas cambien. En España hace unos años mucha gente tampoco sabía leer y escribir, y poco a poco se ha cambiado.
Sobre todo necesitamos medios. ¿De qué nos sirve que nos manden comida o ropa si al día siguiente ya no nos queda nada? Mi mensaje es que lo que necesita tanto Costa de Marfil como toda África es invertir en educación, para que seamos nosotros mismos, los africanos, los que hagamos el cambio.