Victor Ochen, fundador de la ONG African Youth Iniciative Network (AYINET), ha sido galardonado con el Premio Mundo Negro a la Fraternidad por su trabajo a favor de la paz en Uganda.

Victor Ochen de 32 años, ha pasado 21 de ellos internado en un campo de refugiados junto a su familia, presenciando las atrocidades del Ejército de Resistencia del Señor (LRA) liderado por Joseph Kony, viendo cómo asesinaba a muchos de sus amigos, quemaba los hospitales o hacia que los niños mataran a sus padres, los cocinaran y los comieran. Además de la violencia, tuvo que convivir desde muy pequeño con la pobreza. Realizó infinidad de trabajos para poder costearse los estudios de Primaria y Secundaria, pero se vio obligado a abandonar la universidad tras un ataque de los guerrilleros de Kony a su hogar, aunque más tarde logró finalizar los estudios de Derecho. En 2008 fundó AYINET, una ONG dedicada específicamente a la promoción de la paz a través de la implicación de los jóvenes y sus comunidades para responder a las consecuencias de los conflictos.

Victor Ochen encabezó -con el papa Francisco- la candidatura al Premio Nobel de la Paz 2015, año en el que la revista Forbes le distinguió entre los diez hombres más influyentes del continente africano. Según la citada publicación “Victor es una de nuestras nuevas esperanzas para África. Es potencialmente el nuevo rostro para representar en África la paz y la reconciliación”.

Víctor Ochen nos confesó que lo que mas había influido en su apuesta por la paz, mientras muchos de sus amigos tomaban el camino de las armas, unas veces con los rebeldes y otras con las fuerzas gubernamentales, había sido sus padres y su fe religiosa. «la educación y el ejemplo de mis padres y la fe en Jesucristo me han hecho ver que no hay otra manera para la resolución de los conflictos que, la verdad y el perdón, la justicia y la reconciliación. Lo primero reconocer el mal y pedir perdón, luego resarcir a las víctimas con justicia para que pueda haber verdadera reconciliación. Mi madre nos inculcó a mis 9 hermanos y a mi una disciplina que nos mantuviese alejados de la violencia. «La señora Alum hizo prometer a sus hijos que nunca aprenderían a usar las armas, que siempre optarían por trabajar en favor de la paz, por complicado que fuera el contexto que les tocara vivir»
Sin duda hoy se sentirá orgullosa de ver como su hijo, un joven de un pequeño poblado de una región al norte de Uganda, rodeada de violencia, sea un auténtico mensajero de la paz, conocido en el mundo entero. Cuando se despide de nosotros, deja Madrid para dirigirse a Ginebra y reunirse con Ban Ki-moom, el Secretario General de Naciones Unidas, que le acaba de nombrar consultor para la resolución de conflictos violentos.