Este premio que Harambee España me ha concedido es, en realidad, el reconocimiento a la labor de tantos y tantos congoleños que han hecho posible un sueño que parecía utópico hace pocos años: la existencia de un centro hospitalario de calidad que atiende cada año a cerca de 100.000 congoleños, la mayoría de ellos muy pobres.
Este premio me ha dado la oportunidad de volver a España, en esta ocasión para darles a conocer la institución sanitaria Monkole, y para intentar recaudar fondos para terminar las obras del centro Materno infantil que tanta falta nos hace para luchar por una maternidad sin riesgos.
Congo: la pobreza de las guerras
Estoy segura de que algunos de ustedes pensarán que el Congo es un país muy rico y es verdad, en el sudeste, la provincia de Katanga y en el este, las provincias de Kivu Norte y Kivu Sur, posee una ingente cantidad de materias primas: oro, diamantes, madera, estaño, cobre y, sobre todo, coltán, un material superconductor muy utilizado en los aparatos electrónicos.) Pero todas estas riquezas naturales, en lugar de proporcionar bienestar a los congoleños, han provocado multitud de conflictos armados, que han sumido al país en la más absoluta pobreza.
Entre 1998 y 2004, el Congo ha sufrido 3 guerras civiles en las que han perdido la vida más de 4 millones de personas. Ahora somos 75 millones de habitantes, el 47% de la población es menor de 15 años y la esperanza de vida no llega a los 50 años.
Las guerras parecen haber terminado porque ya nadie habla de ellas, sin embargo, la violencia y la inestabilidad son enormes, ya que continúan activos varios grupos armados en el este del país. A pesar de sus inmensas riquezas, la República Democrática del Congo se encuentra en la penúltima posición, en el último informe, el de 2013. Del Índice de Desarrollo Humano elaborado por el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo. Somos los más pobres del mundo, el país 186 de 187 que hay en total.
Kinshasa: salud para todos
En el Congo, ni la sanidad ni la educación son gratuitas ni obligatorias, si no tienes dinero para ir a la escuela, no vas; si no tienes dinero para pagar al médico o para comprar medicinas, te mueres en casa o en la calle. En Kinshasa, la sanidad y la educación son excesivamente caras y de difícil acceso para la mayoría de la población. La deficiente sanidad, la falta de acceso a agua potable, la malnutrición y la inseguridad generalizada provocan una elevada mortalidad de la población y una reducción de la esperanza de vida a apenas 48 años. Son muchos, muchos, los niños que mueren antes de cumplir los 3 años y muchísimos los que se han quedado huérfanos.
En 1989, el obispo Mons. Alvaro del Portillo, entonces Prelado del Opus Dei, realizó una visita pastoral a mi país. Visitó a muchas personas y tuvo ocasión de ver las condiciones de los hospitales de la ciudad. Entonces nos animó a los congoleños a promover iniciativas para atender las necesidades de educación y salud tan perentorias que existían en los barrios pobres de la capital. “Si de verdad queréis amar y servir a vuestros semejantes, nos dijo, una de las mejores formas de hacerlo será mejorar sus condiciones de salud y educación., sobre todo de los más pobres”.
Aquellos audaces africanos y africanas eran muy conscientes del reto que suponía trabajar potenciando las capacidades de los propios africanos en un contexto donde la pobreza, la discriminación, la corrupción y la violencia acompañaban su andadura. Para lograrlo buscaron el apoyo de otros profesionales europeos y de ONGs de todo el mundo.
Empezamos en 1991, con tres camas, atendiendo a todos los que podíamos. Gracias a la ayuda de muchas personas de distintos países europeos, hemos ido creciendo. Ahora tenemos un hospital con 150 camas y estamos construyendo un ala materno-infantil, muy necesaria, porque también el Congo, es uno de los lugares con más alto nivel de mortalidad infantil y de mortalidad por embarazo.
Ahora, el hospital Monkole atiende cada año a cerca de 100.000 congoleños, la mayoría de ellos muy pobres, la mayoría de ellos de los suburbios de Kinshasa; pero hay mucha gente que no podría llegar al hospital, porque vive en medio de la selva, en lugares de difícil acceso. Por eso, hemos creado unos dispensarios allí, los llamamos antenas Monkole. Hasta ahora tenemos tres dispensarios, bastante alejados unos de otros y pensamos, cuando construir más, cuando podamos.
Yo voy un día de la semana a cada uno de ellos, para atender a las mujeres embarazadas. Tengo que llevar todo lo necesario, desde la mesa para poner el monitor, hasta la pantalla, el ecógrafo y el equipo electrógeno, porque como pueden imaginar, en medio de la selva no hay electricidad. Este equipo pesa tanto que se necesitan 4 hombres fuertes para transportarlo. Si pudiéramos tendríamos un equipo en cada dispensario, pero solo tenemos uno que hay que llevar de un lugar a otro. Es un trabajo muy duro, pero tiene muchas compensaciones.
Hace pocos mes cuando llegué al dispensario había una mujer allí que llevaba dos días de parto y se encontraba muy mal, le hice una ecografía y vi que tenía gemelos y que uno de ellos estaba en posición transversal, llamé al hospital, enviaron inmediatamente una ambulancia y le hicieron una cesarea. Hoy la madre y los niños se encuentran bien, si no hubiera llegado, estarían muertos los tres.
En 2011 instalamos el primer centro piloto del Congo para evitar la transmisión de la infección del SIDA de la madre al niño. Aun no tenemos los datos de 2013, pero en el primer año de funcionamiento, de 2011 a 2012, la infección al SIDA disminuyó en un 25% en la zona.
También tenemos una escuela de enfermería. Hasta ahora se han graduado unas 500 enfermeras, podrían ser más, pero el número de estudiantes depende de las becas que conseguimos, siempre para gente muy lista pero muy pobre. Alguna de ellas ocupa ahora importante cargos en la enfermería de su región, pero lo verdaderamente importante es que gracias a su educación esta chica ha podido sacar de la miseria a su familia, para siempre.
En 1997, comenzó también un Programa de educación de profesores y revisión médica de niños en edad escolar. Hasta hoy, más de 30.000 niños han tenido seguimiento médico y cerca de 1000 profesionales han recibido formación en el campo de la salud.
En estos pocos años, que llevamos trabajando, la mortalidad de embarazadas y niños en el área de influencia del Centro Hospitalario Monkole, que superaba el 50% ha descendido al 22% y el riesgo de muerte por embarazo que también rozaba el 50% ahora es del 18%. Al mismo tiempo que el hospital Monkole se ha convertido en el hospital de referencia del país. Pero aun queda mucho por hacer
Gracias a todos por su asistencia.